PROFANO

Aprieto con fuerza los ojos, mientras escapa de mi boca un fuerte gemido que resuena en las altas paredes del presbiterio y deleita tus oídos, siento un ardor en mi vientre que se extiende por mi cuerpo convirtiéndose en humedad en mi vulva, me preguntas si estoy bien para continuar, te respondo en un suspiro lleno de deseo que sí.

Vuelven a caer gotas de cera caliente por encima de mi ombligo, me retuerzo sobre el altar de mármol, pero mi intento es en vano haciendo que las cuerdas atadas en mis muñecas y tobillos solamente logren tensarse más; continuas tu tortuoso camino subiendo por entre mis pechos desnudos, exclamo piedad como nuestra palabra de seguridad, te detienes en ese instante sin dudar, mi respiración está agitada, todo me palpita, con la mirada puesta en el cielo observando los ornamentos de la iglesia.

Mi único pensamiento es tenerte dentro de mí, pero me obsequias algo mucho mejor, tu lengua entre mis piernas, saboreándome de arriba abajo, chupando, lamiendo y besando con devoción; sin embargo, te conozco con todos tus pecados e insolencias, sé perfectamente que no me dejarás conocer el paraíso tan fácil, te atreves a dejarme con gemidos atrapados en la garganta para después decirme con voz firme “abre”, abro la boca para ti, me escupes tu saliva con mis fluidos, nos saboreo en tanto tú me desatas dejando besos húmedos por tu paso.

Finalmente, me ayudas a bajar de la mesa, me das una media vuelta quedando de espaldas a ti con un movimiento rápido, me tienes en cuatro, mi pecho sobre el lugar donde antes yacía, metes dos de tus dedos en mi boca, paso mi lengua por alrededor de ellos lubricándolos por completo y los introduces en mi vagina sin dificultad por todo lo que me has hecho esperar, pero no me es suficiente, necesito más.

Cedes ante mis súplicas después de lo que siento una eternidad, me penetras desesperadamente lento, burlándote de mí, tan cerca, tan lejos, tan estresante como excitante, pese al infierno que me has hecho pasar, tampoco puedes permanecer inmune a tu demanda carnal por lo que aceleras tus movimientos, chocas contra mí una y otra vez, te aferras con tus manos en mi cadera, estamos sincronizados, somos un mismo rugido y así una misma explosión de deleite.

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