CREENCIAS QUE LIMITAN TU PLACER

Decía el famoso, disruptivo, muy criticado y adelantado a su época: Marqués de Sade: “Mi desgracia no es consecuencia de mi manera de pensar, sino de la de los demás”.

¡Y cuánta razón tenía! ¿Nunca te has cuestionado, meibi, de cuántas cosas lindas te has perdido por simples creencias? O por el dichoso “¿qué dirán?”. ¿Alguna vez te has preguntado de dónde vienen esas ideas? Porque si lo meditas con calma, mucho de esto que crees, que juzgas como “correcto” o “incorrecto”, no tiene origen en ti, sino en todo lo que aprendiste de tu entorno más próximo. Y por supuesto, una gran parte de ese aprendizaje seguramente ha abonado en tu vida, pero habrá otras fracciones de éste, que, de pronto, te han restado. Pero ¿has identificado cuáles han sido positivas y cuáles no?

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Te cuento, enormes cantidades de ansiedad, inseguridades, culpas y miedos son consecuencia de creencias que nada tienen que ver con la realidad, además, son ideas que vamos arrastrando a lo largo de nuestras vidas. Es importante hacer un análisis y revisar qué de lo aprendido realmente nos permite un estado de bienestar y, por otro lado, qué cosas tenemos que desechar porque únicamente nos provocan insatisfacción.

Muchos de estos aprendizajes están estrechamente relacionados con la sexualidad y por supuesto, a nuestra forma de sentir y entender el placer. Tal vez algunos nos han resultado buenos, pero otros, definitivamente, nos han limitado e incluso hecho sentir que hasta padecemos alguna disfunción sexual. Por lo tanto, lo que toca es hacernos responsables de cuestionarnos, de investigar y revisar esa información que tenemos, porque claramente, no toda beneficia.

¿Pueden nuestras creencias afectar el placer sexual?

“Me han dicho…”; “he escuchado que…”; “mis papás dicen…”; “en la escuela me enseñaron...”; “me han contado que…”; y así como estas hay un montón de frases que pululan a nuestro alrededor, las cuales tomamos como nuestras y empiezan a formar parte del sistema de creencias con el que crecemos.

Cuando disponemos de información fidedigna, pues qué afortunadxs, pero en la gran mayoría de casos sólo obedecemos por tradición a esa oferta educativa popular, se nos olvida cuestionar aquello que aprendimos y lo asumimos como verdadero. Solo seguimos la corriente y vamos asignando etiquetas de forma indiscriminada.

Esto de ir todxs en una misma dirección tiene su explicación, nacemos con esta capacidad de aprender y quienes nos preceden se encargan de enseñarnos lo que saben. No podemos culparlxs de eso, hicieron lo que pudieron en su momento.

Conforme crecemos nosotrxs decidimos seguir ese mismo camino porque necesitábamos agradar, pertenecer, pues somos seres sociales. Lo que sí es cierto es que podemos elegir, contamos con la capacidad de decidir si nos quedamos conformes con esa información o si vamos en busca de algo más.

Pero vayamos poco a poco, las creencias son conjuntos de pensamientos que tenemos sobre cosas, personas, situaciones o incluso sobre nosotrxs mismxs. Tienden a convertirse en “verdades” en las que depositamos nuestra fe y sí, existen creencias para todo, llámense religiosas, morales, culturales, de identidad, etcétera, y no podía ser la excepción encontrar muchas de ellas relacionadas con la sexualidad humana

Estas convicciones, de alguna forma, para bien o para mal, pueden generar gran impacto e influencia en el desarrollo sexual de las personas. Ahora, también es cierto que las creencias sexuales son ideas que de pronto, usamos para explicar situaciones relacionadas con nuestra sexualidad o la sexualidad de los demás, pero el meollo del asunto es ir con tiento, porque no podemos ni debemos creernos todo lo que escuchamos por ahí, pues no todo tiene sustento.

Pero sigamos, existen creencias sobre el comportamiento de hombres y mujeres que se basan en un conjunto de ideas o datos que aceptamos sin consideración y nos son transmitidos empíricamente, en lo que se consideraría una especie de “educación sexual informal”. Este sesgo en la información por desgracia contribuye a la perpetuación de falsos mitos que coartan el ejercicio de una vida sexual plena, donde la responsabilidad, el autoconocimiento, la libertad de decisión, el consentimiento y por supuesto, el placer, deberían tener protagonismo.

Es una verdadera desgracia que vivamos en una sociedad en donde a la sexualidad y todo lo relativo a ella, se le dan connotaciones un tanto negativas, que se etiqueta de inmediato como algo sucio, pero ¿lo es?

¿Qué fue lo que nos enseñaron sobre sexualidad?

El pensamiento en occidente y que construye nuestro mundo de creencias se basa en la filosofía griega, la tradición judeocristiana y el patriarcado. La filosofía griega consideraba siempre superior a la mente/espíritu que al cuerpo. Por su parte, para el cristianismo el dolor fortalece el espíritu, mientras que el placer es pecaminoso y egoísta. O sea, “si me sacrifico, si me duele, tendré recompensas, tal vez no sea aquí en la tierra, pero en el cielo”. 

Por último, el patriarcado, donde hay esta marcada división entre el privilegio de gozar que tienen las personas con pene, sobre la posición de las mujeres, a quienes les “corresponde portarse bien” y “darse a respetar”.

¡Por supuesto que todas estas cosas influyen en nuestra manera de interpretar el placer! Pues de una u otra forma, no nos sentimos merecedorxs de él o cargamos culpas y miedos.

Pero la cosa, no acaba ahí…

Como consecuencia de todo este entramado de patrañas y sumado a la falta de educación sexual, además del desconocimiento de la propia corporalidad, se convierten en una bola de mitos, que nos desconectan totalmente de la posibilidad de gozar de lo que nos fue provisto  y aquí, te cito un par de ellos:

 

“La masturbación es para personas sucias”

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Muchxs adultxs reprimen a sus hijxs cuando lxs sorprenden tocando sus genitales, inmediatamente ponen el “grito en el cielo” y etiquetan esta práctica como mala, pecaminosa e incluso dañina para su salud. Aquí, en gran cantidad de casos, intervienen las creencias religiosas, donde aquello asociado al cuerpo y el placer representa contaminación, dado que, la única forma válida para tener alguna práctica sexual es cuando el fin es procrear y, es de esta forma como se construye la negación o limitación del derecho al placer.

Por supuesto, darle a la masturbación una mala calificación y decir que es cosa de gente perversa, es una enorme mentira. Está comprobado que esta forma de autoexploración ayuda a las personas a comprenderse mejor a sí mismas en cuanto a gustos y disgustos; asiste positivamente a la autopercepción de la imagen corporal y aumenta la autoestima. Éste, es uno de los métodos de aprendizaje más significativos que, incluso, nos prepara para que otras actividades sexuales nos resulten más gozosas.

 

“A las mujeres el tamaño del pene sí les importa”

Creencias que limitan tu placer

Escuchar esta declaración es bastante común. No falta que sea motivo de bromas entre amigxs: “claro, porque tú la tienes pequeña”, que se traduce en que la persona pene portante no es vigorosa, o le falta hombría; cosa que tambalea la propia autopercepción y, por ende, la autoestima, dando como resultado a un individuo que muestra inseguridades en el momento de compartir intimidad con la pareja.

Creo que a los hombres les daría mucha tranquilidad saber que la inmensa mayoría de las mujeres y hombres están está más interesados en el ser humano dueño del pene y, que lo que se considera verdaderamente relevante, es la forma de usar ese pene.

 

“Si no tengo al menos un orgasmo durante el encuentro sexual, entonces no valió la pena”

La sociedad tiende a definir las relaciones sexuales como satisfactorias o placenteras en función de la aparición del orgasmo, el problema es que la obsesión por la “llegada a destino” impide disfrutar del viaje, y es el viaje lo que, en definitiva si se disfruta, tiene el orgasmo como consecuencia irremediable. Toda la práctica sexual desde que inicia con el primer beso o caricia ya es deliciosa. Pero a veces, tenemos la cabeza tan puesta en el anhelado orgasmo, que no disfrutamos lo que vamos sintiendo, vivimos en un tiempo que por supuesto, no es el momento presente y por hacer esto, neta nos merecemos ¡un enorme tache!

O sea, ¿dónde quedan la seducción, el roce, el toqueteo mutuo, etc.? Dejémonos de historias, para conseguir un buen orgasmo hay que sentir cada momento y no pensar ni anticiparse a lo que pueda ocurrir, ya que, el placer está presente durante toda la relación sexual. Así que, vayamos sin expectativas y sin esos pensamientos tontos de “querer cumplir”.

 

“Mi pareja es responsable de hacerme sentir placer”

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¡Esta frase es típica! Pero pensar que nuestro placer depende de alguien más, no sólo pone en evidencia la falta de conocimiento de nuestro cuerpo, sino también le dejamos a la pareja una enorme tarea, que muy probablemente, hará “corto circuito” con su propio placer, pues asumirá que “debe cumplir”, que debe estar pendiente de mi satisfacción y dejar de lado la suya.

A ver, el placer sexual es subjetivo, cada unx lo vive y lo siente de una manera muy  particular, así que la única persona que debería responsabilizarse por sentir delicioso es unx mismx.

En fin meibi, las afirmaciones aquí expuestas son sólo una prueba de las consecuencias que tienen estas creencias populares en nuestra vida sexual. Por supuesto hay muchas más que podrían citarse, la lista es interminable, y, es por ello, que lo correspondiente es realizar un arduo trabajo para promover la educación sexual integral desde todos los frentes posibles: hogares, escuelas, universidades, hospitales, clínicas, etcétera. De esta forma, la gente tendrá la opción de tomar decisiones de manera más asertiva y responsable. Adicionalmente, toda persona debería tener a su alcance total plenitud y goce sexual, que para eso somos personas sexuales y sexuadas, ¿cierto?

 

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Las creencias sirven como nuestro plan mental para interpretar a nuestro entorno y darle sentido. O sea, tampoco quiero insinuar que tener creencias está mal en todo momento, de hecho, parte de ser quienes somos tiene que ver con “creer”. Sólo hay que aprender a discriminar con qué información sí debemos quedarnos y qué otra debemos desechar, sobre todo, en lo tocante a la sexualidad humana. Sí, es sustancial realizar esta distinción puesto que cuando nos quedamos con ideas equívocas, podemos incluso limitar nuestras posibilidades, a nuestro placer, cuando, la meta debería ser disfrutar la vida al máximo.

Es cierto que ahí radica el reto, en permitirnos estar en permanente construcción y deconstrucción. En darnos la oportunidad de preguntar de manera constante, de investigar, de no conformarnos con simplemente asumir “aquello que nos contaron”, porque, hasta donde tengo entendido, algo así como las “verdades absolutas” pues no existe. Por lo tanto, si reconocemos y hacemos conciencia que todo juicio de valor es subjetivo, pues van implicadas nuestras creencias y experiencias, seremos capaces de separar lo que estamos aprendiendo como por tradición, de aquello que sí tiene sustento.

Qué importante fomentar el pensamiento crítico para no tragarnos cualquier discurso que se nos cruce por delante. Así que, a cuestionar, a poner en duda todo lo que podamos, pues recordemos “el que pregunta, no se equivoca”.

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