PENSANDO EN MI DOCTOR

Es curioso cómo el cuerpo tiene su propio lenguaje. Fui a visitarte por un dolor de espalda y ahora estoy aquí, bañándome, justo como me recomendaste, mientras me doy cuenta de lo lubricada que me dejó nuestra sesión.

Sonrío y traigo a la mente tus ojos rasgados café claro, mirándome con intriga y alegría. En medio del vapor bajo el agua caliente, llevo mis dedos a mi entrepierna y siento mis fluidos envolviendo mi vulva, que reacciona de inmediato al contacto directo.

Todavía tengo la mente embriagada de lo rico que se sintió que me tocaras y me ayudaras a sentirme mejor.

Para revisarme, me preguntaste si traía algo debajo del suéter, te dije que sí y me pediste que me lo quitara. Lo hice frente a ti, dejándote ver mi piel pálida, mi abdomen suave y el nacimiento de mis pechos cubiertos solo por un top morado. Luego de unas pruebas en las que recorriste desde mi frente hasta mi cintura, me condujiste a la camilla para, con tus manos e instrumentos mágicos, relajar la contractura que tanto malestar me había provocado.

Me pediste que me acostara boca abajo. Sentí cómo tus manos me envolvieron para recorrer con fuerza y rapidez mi cuerpo, desde la cadera hasta abajo de los omóplatos, justo bajo mis pechos. El movimiento fue enérgico e inesperado, supe que justo así te gustaría embestirme, con fuerza y de un solo movimiento hasta estar bien adentro.

Bajaste los tirantes de mi top con cuidado. Tus manos recorrieron cada parte de mi espalda, trazando un mapa y descubriendo la raíz del dolor, mientras me explicabas con precisión qué hacías. “Tu cuerpo es muy pequeño, por eso tu lumbar es muy pequeña” dijiste con admiración, más como una reflexión para ti mismo.

Me contaste de tu vida y preguntaste sobre la mía, mientras me colocabas electrodos con medicamento y masajeabas mi columna con una especie de taladro de goma. Sensaciones, ritmos, temperaturas diversas. Jamás creí que mi espalda fuera tan erógena.

Saco del cajón del baño a CAROL y lo pego en la pared de la regadera, estoy lista para llegar al clímax pensando en ti.

Me encorvo ligeramente y dejo que me entre poco a poco, mientras me imagino que lo que siento es tu miembro erecto por mí. Tus manos, tu voz, tu mirada encendida, acaricio mis muslos y siento cómo ya está todo adentro. Empiezo a balancear mis caderas hacia adelante y hacia atrás, mientras hago círculos en mi clit con el dedo anular.

Me imagino que estás detrás de mí, penetrándome sin poder creer que está ocurriendo. Tus manos sostienen mis pechos que bailan al ritmo de nuestros movimientos, llevas tu mano a mis labios y yo chupo despacio tu dedo índice, mientras siento tu brazo entre mis senos y tu abdomen en mi espalda.

Me besas el cuello. No paras de bombearme. Estamos a punto de venirnos. Gimo y empiezan los espasmos, me apoyo en la pared y me imagino cómo sería lamer tu pene, me lo comería todo ahí mismo en tu consultorio. El agua tibia sigue cayendo por mi cuerpo, una ola de energía y calor me recorre completa, hago movimientos suaves con mi cintura y siento en las nalgas la pared, hasta que mi cuerpo termina de vibrar.

¡No puedo esperar para agendar mi próxima cita!

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