UNA MAÑANA ÍNTIMA

Sientes que las sábanas se mueven sobre tu piel, pero no es suficiente para despertarte. Te aparto el pelo de la cara y te beso en la mejilla. Luego en el cuello. Mi mano recorre tu costado. Te tumbó suavemente boca arriba.

Te revuelves con el movimiento y abres los ojos para ver la pálida luz de la madrugada entrar a través por las persianas. Sientes que te levantó la camisa y te besó el vientre. Tus dedos bailan entre mi pelo. Te bajó el pantalón del pijama.

Suspiras cuando aprieto los labios contra tu clítoris y lo rodeo con la lengua. Tus vellos matutinos me hacen cosquillas en la barbilla. Te beso la vulva y subo la lengua desde la base hasta el clítoris. Arqueas la espalda cuando te meto la lengua.

Me rodeas la espalda con las piernas. Me sujetas la cara con las manos. Mueves las caderas al ritmo de los lametones de mi lengua. Tus gemidos son graves y profundos. Noto que las sábanas se humedecen debajo de ti.

Dejo de besarte entre las piernas. Me arrastro hacia arriba y beso tus labios. Te saboreo en mi boca. Pasó la mano por debajo de tu camiseta y te tomó un pecho. Sientes cómo empujo mi pene dentro de ti.

Mis embestidas son lentas, deliberadas. Te agarras al somier y te muerdes el labio. Nuestros suspiros y el sonido húmedo de nuestras carnes al acoplarse son los únicos ruidos que hacemos.

Conozco bien tu lenguaje corporal. Te aprieto el pecho con más fuerza. Te aprieto con una mano en el hombro. Empujó más rápido. La cama cruje. Se te encogen los dedos de los pies. Te tiemblan las piernas. Sientes un calor repentino en el interior de tu vagina. Suelto un gran suspiro cuando nuestros orgasmos se superponen.

Te sueltas de la cama. 

La relajación te invade. 

Saco mi pene de tu jugosa vagina. Te quedas tumbada con las piernas abiertas y los ojos cerrados. Me bajo de la cama y te cubro con las sábanas. Te beso en la frente.

Sonríes. ¡Buenos días!
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