Un orgasmo al natural 

Me llevas bajo una noche estrellada, un firmamento limpio y oscuro. Nos acostamos para gozar la tranquilidad de los árboles, de los matorrales y la belleza tranquila que es estar entre montañas. 


Tomas mi mano y me señalas cada estrella, cada constelación, las comparas con cada lunar en mi cuerpo, con los trazos que se hacen al unirlos, me dedicas la vista que tenemos de la galaxia y me besas con ternura, pasión y gozo de estar ahí. 


Pasas tu mano por mi rostro, me acercas para besarme fuerte, acercas tu cuerpo a mí y a pesar del frío metes tu mano en la chamarra para tocar mis senos, mi espalda y mi abdomen. Me abrazas, fuerte, tan fuerte que siento las curvas de tu cuerpo cálido, fino y suave. 


Me acerco a tu oído, te susurro mi deseo real de tenerte cerca, de tenerte dentro de mí. Con atrevimiento nos vamos lejos del campamento, con una vista clara del Iztaccíhuatl y del Popocatépetl nos besamos eufóricamente, de esos besos que encienden al cuerpo, que erizan la piel y mojan los rincones. 


Lo privado se vuelve público en instantes, me penetras en lo natural, con calidez ante una noche fría. Se vuelve atrevido el sexo, el manoseo y el deseo; me tocas el clítoris, pongo mi mano sobre la tuya y se enciende más mi vulva, siento estar más mojada y excitada. 


Te pido venirte en mi boca y disfrutar de tu pene entre mis labios se mojan de tu semen, la discreción y el silencio de la noche es más una excitación que una incomodidad, enmudecer al venirse nos parece sexy, excitante y travieso. 


Me besas, te beso y sonreímos, nos abrazamos ante la majestuosidad que es la vista, que es orgasmear frente a la pareja mítica de los volcanes, ante la infinidad del universo y la grandeza de la pasión. Dedicamos este orgasmo en nombre de la sublimidad de la vida. 


Por Bea.

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